Maurice Blanchot. El ejercicio de la paciencia

Dir¡ase que la desgracia presta al sujeto y a la idea misma de subjetividad aquello que Cueto denomina, con toda justeza, el espejo la no?bru¤ida superficie en la que el yo ha cesado de reflejarse y en la que, a£n m s, no queda siquiera un solo signo que le permita afirmar como propia su desaparici¢n ?Yo no tengo acceso a ella, ni a m¡ en ella, ni a ella en m¡?. De all¡ que la desgracia no sea, en esencia, angustia o desesperaci¢n, afecci¢n de un esp¡ritu que huyera del mundo tan s¢lo para recogerse en sus l¡mites y so¤ar, all¡, su retorno. Lejos de ser el soporte de una cierta experiencia o el testigo de alg£n hecho exterior, el yo es, siempre ahora y aqu¡, el afuera de la desgracia. La desgracia como lo inaccesible del afuera, la desgracia como nfasis imperceptible de una exterioridad en la que el lenguaje mismo habla sin poder hablar, sin disponer del poder de la palabra. Se comprender  hasta qu punto el lugar de la desgracia es as¡, como lo es para Blanchot, el sitio de la literatura. Si el escritor es quien escribe a partir de la ausencia de los dem s y aun de s¡ mismo, esta ausencia sin medida, esta soledad inaudita har  que el escribir pueda pensarse fundamentalmente como un pasar de un habla a otra. No se trata, desde luego, de admitir simplemente la pluralidad dada del habla ?pluralidad dialctica, pluralidad de los poderes del discursosino de exigir al habla una alteridad cuyo sentido ella misma desconoce. Es en virtud de la necesidad de un hablaotra, de un hablar doblemente ?necesidad desnuda, necesidad sin poder, sin imperioque la obra de Maurice Blanchot ha reclamado la atenci¢n del autor. Y esto no parece significar otra cosa que haber le¡do esa obra, curiosamente, desde la profunda experiencia de aquello hacia lo cual se destina la un habla silenciosa que no podemos no seguir denominando poes¡a.